jueves, 22 de enero de 2015

La semana larga

Todos los días del año cumplen con una característica: duran 24 horas, ni más ni menos que eso. Como mucho, cada cierta cantidad de años, a un día le ponemos un segundo más, pero es imperceptible para nuestro organismo.

Así como los días duran 24 horas, las semanas duran 7 días, siendo uno de los días más esperados el viernes de cada semana. A veces en las redes sociales se ven mensajes el mismo lunes pidiendo que ya sea viernes. Si es cosa de ver como anda el ánimo ese último día de la semana "hábil", el 90% de las personas llega con una sonrisa en los labios.

Hay meses en que tenemos la sensación de que son más largos, como por ejemplo marzo, y es porque apenas vas en el día 5 y ya te quedas sin dinero para el resto del mes (los otros meses me dura hasta el 6). Ese mes se me hace eterno, como si fuera un mes de 6 semanas donde nunca llega abril para que depositen el sueldo.

Algo parecido ocurre con una semana en particular de cada año. Sí, solo una semana: la previa a las vacaciones.
Esa semana se mueve entre el Cielo y el Infierno, entre lo terrible y lo sublime, entre la sima y la cima de tu ánimo. Ya entras el lunes a trabajar apenas, casi con el cuerpo arrastrándose hacia la oficina (o lugar donde trabajes). Tu desayuno se demora casi una hora para recién darte ánimo de hacer algo productivo.
Toda la semana estás pensando en lo que serán tus vacaciones, anhelando que ya sea viernes para eliminar las alarmas de tu teléfono y dormir hasta que te duela la espalda de tanto estar en la cama.
Te imaginas en la arena, en el campo, en el avión rumbo a tu destino, pero donde menos estás es en el lugar de trabajo, o sea, está tu cuerpo, pero tu mente ya no reacciona.
Parece ser una semana de 10 días donde cada jornada de trabajo dura 15 horas, pero no, son las mismas 8 o 9 horas diarias y los mismos 5 días que tienes que trabajar.

Solo queda esperar, calentar el asiento y hacer como que tienes ganas de trabajar para que no se note tanto.
Paciencia, es solo una semana, la última y larga semana.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

miércoles, 14 de enero de 2015

Palabras que lo dicen todo

El idioma español es hermoso, sobre todo cuando se utiliza correctamente, y no me refiero a la ortografía solamente, sino a la palabra tal cual es en el momento indicado.

Sin embargo hay cosas que yo prefiero ni siquiera imaginar y de tan solo escuchar la palabra correcta me llega a dar una mezcla de escalofríos y asco.
No me explico como a alguien se le ocurrió crear una palabra fea para algo que de por sí ya es feo.

Ya de solo leer estas palabras uno siente que las letras no pegan ni juntan, y si lo dices en voz alta te das cuenta que sí, es verdad, suena raro, casi como si fuera una palabra forzada creada a partir de sílabas que quedaron tiradas por ahí.

Aquí van unos pocos ejemplos:

Diarrea o churrete: ambas palabras suenan tan feas como lo que significa. Menos mal que no le agregaron choclo a la palabra.

Vómito: esa mezcla de sílabas comenzando con V suena de lo peor, podríamos llamarle "devolver" al hecho de vaciar nuestro contenido estomacal por la boca (viste, te lo imaginaste y fue asqueroso).

Alopecia: no es algo tan tan feo, pero en sí la palabra no suena bonita. Ahora imaginarse esta alopecia en una mujer, ahí sí que es feo.

Eructo: suena tan mal la palabra como el acto mismo. Y si a esto le agregas olor, uf. Hasta decir "chancho" es más bonito.

Fractura: me suena a que la hicieron por partes, igual que lo que significa.

Culo: suena a película porno mal actuada... o sea, dicen que son mal actuadas, yo no las conozco.

Ornitorrinco: para mí que cuando vieron a este animal no supieron que hacer con él y como lo vieron con patas y pico de ave, pero cuerpo de nutria le pusieron un nombre que era mezcla de varias cosas.

Y así suman y siguen las palabras que no me hacen hinchar el pecho de mi idioma español.

¿Tienes alguna por ahí? Vamos, compártela.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.


martes, 6 de enero de 2015

Sublime intimidad

En un mundo que avanza tan rápido y al cual contagiamos con nuestra propia celeridad no le viene nada de mal un relajo para revisarnos interiormente.
Lo más probable es que me digas "es que no tengo tiempo" y a decir verdad, te creo, pues entiendo que uno quiera hacer muchas cosas en las horas que tiene el día, y si nos dieran una hora más a cada día no la ocuparíamos para descansar sino para hacer otras cosas.

Particularmente me he dado cuenta que a diario tengo ese momento de intimidad, ese sublime momento de encontrarme conmigo mismo y que a ratos siento que lo pierdo. Desde mi infancia que existe ese momento, pero ahora que recuerdo siempre he buscado distractores para que Pepe Grillo no me agobie con sus palabras de buena crianza que puro me enredan la vida.

Ya sea que entro relajado o apurado a vivir esos minutos de intimidad siempre me ocurre lo mismo: veo pasar una mosca y me pongo a pensar en la vida de los caracoles. Sé que no tiene nada que ver, pero imagínate como trabaja mi imaginación cuando me toca encerrarme a escuchar mi conciencia.

En un comienzo eran las etiquetas de los envases o de la ropa. También lo era el papel de diario que estaba cubriendo el exceso de agua en la baldosa. Ahora es el celular y sus jueguitos enviciantes o esas conversaciones por whatsapp que no te gusta cortar.
Sí, estoy seguro que te pasa lo mismo cuando día a día llegas a ese momento de intimidad y mandas por la tangente a tus pensamientos para sumergirte en el mar de las distracciones.

A veces arrugas la frente cuando estás en intimidad contigo mismo, pero tengo un 95% de certeza de que no es por lo que estás pensando en ese segundo, sino que es por la fuerza aplicada para conseguir el objetivo que te llevó hasta ahí.

Sé que es un momento único para estar conmigo mismo y que debo aprovecharlo, así que la próxima vez que vaya al baño no llevaré ni el celular ni un libro, solo iré yo, en una de esas logro escuchar al grillito.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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