viernes, 10 de mayo de 2013

Las fiestas de antaño

Recuerdo mi matrimonio el año 2004, no hace mucho, pero a la luz de tanto avance tecnológico y tanto cambio en la sociedad mundial, parece que fuera la prehistoria.

Ese sábado 27 yo estaba muy nervioso y ya cansado por toda la preparación de la fiesta que habíamos realizado los días anteriores. Así es, porque esa fiesta fue como en los tiempos pasados, en una casa y sin servidumbre, solo con la familia y amigos ayudando a servir los platos, llevarlos a las mesas, organizando los espacios, con ese calor de hogar y la diversión que tanto me gustan.

Recuerdo esos cumpleaños de antes, que se hacían el día que correspondía y llegaban casi todos mis primos, aunque al otro día hubiese clases, ahí se hacían presente, con uniforme y todo. Disfrutábamos de una rica once con puras cosas preparadas por mi mamá y mi abuelita. Y cuando eran mis primos los que estaban de cumpleaños era lo mismo, íbamos en familia para allá y comíamos puras cosas ricas mientras jugábamos por toda la casa.
Los adultos se reían y reían de cada cosa que conversaban.

Cómo extraño esas fiestas, cómo extraño esa improvisación tan sabrosa de los chilenos y ese calor de hogar que se sentía en cada cosa que se realizaba con esfuerzo y cariño.

Hoy todo es distinto, no digo que sin cariño, pero sí muy diferente. Si la fiesta de matrimonio no es un local y con garzones, entonces no se hace la fiesta, se posterga hasta que se tenga plata. Y hay un tipo que dirige cada paso que tienen que dar los novios, cual títeres: "ya, ahora habla la novia", "unas palabras del novio", "la ligaaaaaaa", "todas las solteras vengan por el ramo". No es lo mío.

Y de los cumpleaños de niños ni hablar, porque ya todos son iguales, o casi todos: con payasos o con juegos inflables, con motivos de dibujos animados en la fiesta, que primero se sientan a comer, luego juegan, después la piñata, se viene la torta y finalmente se abren los regalos. No sé, no es lo mío, prefiero la improvisación, lo estructurado me limita mucho.

Y me faltaba mencionar lo mejor de las fiestas de antes: los lentos.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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