martes, 23 de octubre de 2018

El bibliotecario

Imagen: Angga Renaldo Sikas
Hace 15 años comencé en este mundillo de las Bibliotecas, tenía apenas 26 años de edad, todo un joven que había pasado sin penas ni glorias por la universidad. Aún no tenía hijos ni esposa.

De libros yo conocía las tapas, las historias, los autores, porque me gusta leer, pero de ahí a darle un orden especial en una estantería había una gran distancia. Pero aprendí a hacerlo, aprendí que cuando son  muchos libros no nos sirve ordenarlos ni por colores ni por tamaños.

Todo este tiempo he atendido público, alumnos de universidad, de esos que salen de cuarto medio y vienen pegado con el "tío" para dirigirse a los que son mayores. Ya sí, siempre fui mayor que ellos, pero no digamos que una brutalidad, tenía menos de 30 años y ya me estaban diciendo "tío".
Fue ahí cuando decidí que solo mis sobrinos debían decirme así y como aún no nacían entonces todo el resto o me trataba por mi nombre o me decía "señor", pero nada de emparentarme siendo yo tan joven.

Pasaron los años, nacieron mis sobrinos, nacieron mis hijos, mi cabeza y cara se poblaron de canas, pero sigo tan joven como antes, así que aunque los nuevos estudiantes puedan ser hijos míos no lo son, ni tampoco son sobrinos, por lo que apenas me dicen "tío" les mando mi mejor mirada con rayos láser saliendo de mis ojos, y deben quemarles porque de inmediato se ponen serios y me dicen "perdón".

Lo que no sé es como hablan de mí entre ellos. Seamos honestos, todos los que pasamos por el colegio y/o universidad, le pusimos apodos a los profesores y a los funcionarios, sobre todo cuando no sabíamos sus nombres. El más recurrente siempre ha sido "el viejo de matemáticas", "la vieja del kiosko".
¿Qué dirán de mí? ¿El viejo de la Biblioteca? ¿El cara de loco? ¿El barbón? ¿"El libro se lo pedí al señor canoso de la Biblioteca"?

Siempre será un misterio insondable para mí, algo así como el baño de mujeres o la sala de profesores... Y prefiero que siga siendo así, un completo misterio.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

jueves, 9 de agosto de 2018

Once años

En mayo del 2007 aún me quedaba un mes para que naciera mi primer hijo, estaba casado y trabajaba en una universidad, en la Biblioteca. Era el día 2 cuando Colo Colo empezaba los fatídicos Octavos de final de Copa Libertadores.
Siempre cuando llegamos a esta fase recuerdo esa primera vez en el estadio para esa instancia, Vasco da Gama nos dejaba fuera en el estadio Nacional después de un espectacular empate a 3 goles. Pese a que el año siguiente se ganó la Copa no puedo dejar de ver con un "optimismo negativo" cuando el Cacique disputa esa fase.

Ese 2007 Colo Colo viajó a México para enfrentarse al club América y nos devolvimos con 3 goles en contra. El 2-1 en el Monumental no alcanzó para superar esa etapa. De ahí en más o nos quedábamos en primera fase o simplemente no jugábamos ese torneo.

Fueron 11 años sin entrar en los Octavos de final del torneo más difícil del mundo, 11 años en que celebré 11 cumpleaños de mi hijo, 6 de mi hija, me divorcié, tuve una relación amorosa de 2 meses, otra de casi 4 años, nuevamente estoy sin pareja y recién pude volver a vivir, y desde el mismo estadio, los Octavos de final de la Copa Libertadores de América.

Antes de jugar el partido yo firmaba y re contra firmaba si alguien me ofrecía que Colo Colo ganara 1-0, incluso llegué a creer los días previos que conseguir un 0-0 sería maravilloso, sobre todo pensando en que el rival juega mejor de visita que en su casa. Pero llegó el día del partido y me pasó lo de siempre, vi a Colo Colo como el mejor equipo del mundo, aquel que levanta copas y al que los rivales le temen. Vi al Cacique goleando en el Monumental y despachando a los brasileños antes de jugar el partido de vuelta. Es que el fútbol tiene esa magia y el que es hincha sabe que su equipo siempre ganará... En su mente.

Dos horas antes del partido fui a comer algo en el centro comercial que está frente al estadio y vi mucha gente con camisetas, incluso se escucharon unos gritos alentando en el patio de comidas. Sí, había llegado el momento esperado, la efervescencia se había instalado en la hinchada.
Ya en el estadio se notaba mucho más. De a poco fue llegando la gente, niños, niñas, mujeres, varones, hijos, abuelas, abuelos, el marido con su mujer, el hombre con la amante, la mujer con su patas negras, los heteros, los homos, los de Derecha, los de Izquierda, los que no creen en la política, los que odian al mundo, en fin, todos estaban invitados a ser parte del regreso de Colo Colo a los Octavos de final.

Cuando faltaban 20 minutos para el comienzo del encuentro el estadio ya estaba lleno y la barra empezaba a cantar. Los gritos bajaban de todos los sectores del estadio para esperar ver el triunfo de Colo Colo. Sí, porque todos los que estábamos ahí y los que estaban pegados a la tele o a la radio esperaban y tenían fe en que ganaríamos. 
El sector Cordillera estaba tapizado en lienzos que no dejaban ver a la gente, pero igual se las ingeniaron para poder mirar algo y no "molestar" a los "angelitos" que tenían esos "hermosos" trozos de tela ahí. Lo único que importaba era Colo Colo y el triunfo.

Cual novia saltó el Cacique a la cancha vestido de blanco entero, elegante, pulcro, listo para la batalla.
El nerviosismo se notó al minuto de juego cuando un tal Pedro se manda un carrerón por el lado derecho del ataque brasileño y casi nos hacen el gol. Pero Paredes se encargó de meter un pase a Lucas que les dio una señal a Corinthians: en casa Papá no se achica.

En pocos minutos Colo Colo tomó el control del balón y comenzó a hacer su juego, a buscar como llegar, primero por la izquierda  con un Damián Pérez inspirado y después por la derecha con un "Torta" Opazo que se comió esa banda.
Paredes y Lucas peleaban todas las pelotas, bajaban a la defensa, cabeceaban en los córners en contra. Baeza y Carmona no dejaban pasar una en el medio campo para que el "Mago" pudiera hacer magia.

Y así fue, Lucas recuperó el balón en terreno propio, se sacó a 3 rivales con un lujo de su pierna derecha, se la da a Esteban quien la devuelve para el "Mago" quien con un toque de los polvos flu hace aparecer el balón al lado derecha del área de los brasileños donde Opazo corrió como poseído por un espíritu, levantó la cabeza y mandó un centro-pase para que Lucas le pegara un derechazo que encontró al buen arquero Cassio bien ubicado, pero que dejó el rebote para que Carmona, quien también había llegado al área rival, con su pierna derecha mandara el balón a ras de suelo hasta la red. GOLAZO.

El estadio estalla, todos se abrazan, da lo mismo si conoces o no al del lado, fueron 11 años de espera y había que celebrarlo.

El 1-0 se mantuvo hasta el final del partido, con un Colo Colo que buscó siempre el segundo gol, con un árbitro que no quiso cobrar 2 penales claros para el Cacique y con un "Mago" que sintió el peso de su retorno a las canchas.
Sí, yo firmaba ese 1-0 antes del partido, pero cuando vi que el arquero de Corinthians las sacó todas me fui con el gusto amargo de que pudo ser un marcador más abultado.

No importa, se dio el primer paso y un cosa me queda clara:

EL SUEÑO SIGUE INTACTO


domingo, 1 de julio de 2018

La muerte y yo

En algunas ocasiones escuché o leí en entrevistas la misma respuesta a esta pregunta: ¿Le temes a la muerte? Y la respuesta era sí.
Personalmente, a mis cuarenta años, puedo decir que no le temo a la muerte, y es que cuando sabes que en algún momento llegará no saco nada con temerle. Comprendo a quienes sí le tienen miedo y no los juzgo, solo digo que para mí no es motivo de temor.

Día a día convivo con la muerte, no la desafío, solo convivo a diario cuando tomo la moto y me muevo por la ciudad. Sé que la exposición es mayor que si fuera en un bus o en una auto común y no tan silvestre, por lo mismo procuro cuidarme y recordar siempre que debo andar a la defensiva y siempre muy atento al camino.

No, definitivamente no le temo a la muerte, la recibiré cuando sea el momento y probablemente lo haré enojado porque si de algo estoy seguro es que NO quiero morir.
A mi gente más cercana les he contado que mi deseo es cumplir 100 años vivo, después de eso podré irme en paz, pero la verdad, pensándolo mucho, no creo que me vaya en paz porque no quiero dejar esta vida.

Actualmente paso un momento muy triste en mi vida y no me gustaría irme de esa forma, no me gustaría irme sin haber podido ver y hablarle por última vez a quien ha sido una mujer trascendental en mi existencia.
Tampoco me gustaría irme porque tengo dos hijos y si bien no vivo en la misma casa con ellos sé que les gusta estar conmigo cada viernes que se quedan a dormir en mi casa. Disfrutamos de conversaciones y juegos y sé que para ellos sería muy doloroso que yo deje de vivir ahora.

Lo más seguro es que yo no esté triste eternamente, esto es como un gran día nublado y de mucha lluvia, después de lo cual saldrá el sol y mi vida será feliz, entonces tampoco querré morir porque estaré feliz y disfrutando mucho.

Como ves si estoy triste no quiero morir y si estoy feliz mucho menos.
Probablemente llegue un momento que estaré tan cansado que ahí querré partir, pero si lo pienso bien prefiero que no, me gustaría seguir durante muchos años en este planeta, aunque sea muy muy muy viejito.

Yo ya le avisé a la muerte que no la quiero cerca de mí, así que te pido un favor, si la ves por ahí dile que ni me mire, aún tengo cosas por hacer.

Muerte, no te temo, pero tampoco te quiero.

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