Crecí en un barrio santiaguino que se creó a pulso de todos aquellos que compraron sitios y armaron poco a poco su casa. Un barrio donde se luchó para que se pavimentara, donde cada propietario pagaba una cuota para conseguir cosas tan básicas como la red de agua, de electricidad y otras cosas más.
Una de las cosas que más recuerdo de ese barrio, además de la gente, es el almacén de la señora Rosa o Rosita como le decían casi todos. Era el verdadero centro social de la población, a la hora que llegaras había más de una persona conversando con la vendedora, a veces iban a comprar también, pero a la larga se convertía en una excusa para poder...