Ocho años y un día ha sido lo que he cumplido de mi condena.
Hace ya varios años, en estos ires y venires de la vida, me encontré con una mujer de hermosa sonrisa, cabello largo algo rojizo y unos ojos que ni se le veían de tanto que se reía. Aún recuerdo esa primera sonrisa con que iluminó mi rostro. Desde ese día en que nos cruzamos nuestros destinos fueron marcados.
Acercarme a ella no fue fácil ni inmediato, ambos teníamos nuestras relaciones y ni nos fijábamos el uno en el otro, hasta que ocurrió no más.
En una primaveral noche mi vida cambió completamente. Esa noche fui víctima y victimario.
Ella se reía, estaba feliz. Yo le relataba tonteras, chistes, ocurrencias del momento, palabras inventadas. Hasta que ocurrió lo que no aparecía en el libreto de ninguna película de asesinatos...