jueves, 12 de marzo de 2015

Historias de moto. Capítulo 1.

Andar montado en una moto es bastante distinto a estar sobre un automóvil. Hay un mínimo de espacio para transportar otras cosas, con suerte llevas a alguien más, y si tienes más suerte aún esa persona es a quien tú amas (soy afortunado). Estás expuesto al clima reinante: en invierno estás al borde de la hipotermia y en verano te sofocas en cada semáforo en rojo. El humo de los autos, camiones y buses te llega en la cara, no hay vidrio que te proteja de ello. Si chocas sales volando unos cuantos metros. Mantener el equilibrio cuesta, sobre todo cuando hay tierra suelta, lo que te podría botar.

Pero una de las cosas que lo hace más distinto es cuando quedas en panne.

El automovilista tiene dos opciones: llama a un amigo para que lo remolque o llama a la grúa.
El motociclista queda ahí, tirado, sin saber que hacer. Difícil es encontrar grúas para motos, y si las hay son carísimas, lo que para un clase media como yo es mucho decir. Que te remolquen no es nada fácil tampoco, así que no queda más que tomar la moto con las manos y llevarla como quien se lleva a una bicicleta sin montarla: caminando. La gran diferencia es que la moto es bastante más pesada que la bici.

Anoche me tocó a mí. Quedé tirado en un punto de Santiago desde el cual caminé más de 4 kilómetros y medio con mi moto al lado. A un kilómetro de llegar a mi destino me ocurrió lo que solo ocurre en el mundo de las motos: dos motoqueros que me vieron se acercaron para ofrecerme su ayuda, la verdad es que no había mucho que hacer pues la panne no era sacable en minutos, es un trabajo mayor que hay que hacer. Pero el motoquero es solidario, siempre se acerca una mano por último para preguntar si puede ayudar. Ellos además sí me ayudaron, bueno, uno de ellos porque el otro tuvo que volver a su trabajo.
No me remolcó, pero se fue al lado mío empujando con su pie mi motocicleta, así pude descansar y demorarme menos en ese último kilómetro de trayecto.

Ahora quedé con la tarea pendiente de ayudar a otro motoquero cuando lo vea en apuros.

Y pese a quedé tirado, sigo amando andar en moto, sobre todo cuando al final del trayecto me espera mi Carolina para recibirme con un abrazo.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

0 comentarios:

Share

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites