martes, 6 de noviembre de 2012

Una bella y sacrificada maternidad

Como varón puedo empatizar con una mujer cuando se martilla un dedo por error, cuando se hace un corte, cuando está con dolor de cabeza, resfriada o ese tipo de cosas, pero jamás podré empatizar con su maternidad.

Soy padre de un bello hijo y de una hermosa princesa, y como tal cumplo mi función y mi rol como el varón con autoridad en la casa (autoridad como padre, nunca tanto para agrandarme). Y la madre cumple otro rol y vive esta bella experiencia de otra forma.

De partida es ella quien siente moverse en su vientre a ese pequeño ser y todo lo que eso conlleva.
Sí, porque la maternidad no es nada fácil, no es tan livianita como la paternidad, pues la mujer se lleva todos los malestares que esta nueva vida implica.

Los primeros 3 meses son de mareos, náuseas, dolores de cabeza (esos reaparecen cada vez que el hombre quiere... bueno, ya sabes, ejercitarse) y cambios varios en el organismo de la mujer. Se le quitan ganas de comer y anda con asco de algunos olores, aromas y comidas.

Pasa el tiempo y junto con empezar a crecerle la barriga para ir albergando a tan hermoso ser, también sus senos se les empiezan a llenar de leche, lo que produce que el peso aumente y por tanto la espalda comienza a doler. Se hace difícil caminar, se cansa a los pocos pasos. Además se siente horrible, y si le dices que se ve hermosa te mira con esa cara de pena y te dice "mentira, estoy fea", y ahí ya no sacas nada con decirle más cosas bonitas, porque ella se siente de lo peor.
En momentos así es mejor ni acercarse, la bomba nuclear queda chica al lado del genio de una mujer embarazada.

Se acerca el parto y las molestias aumentan en intensidad. Y no basta con eso, además se agregan las contracciones, dolor que jamás sabré lo que es, pero al ver la cara de mi mujer y escuchar el relato de otras mujeres no me cabe duda de que es doloroso. Claro, hay mujeres que las aguantan, pero de que duele, duele.
Y en el parto natural no hay segunda lectura, el cuerpo de la mujer se desgarra, sangra y los gritos indican de un dolor terrible, que solo se pasa cuando esa mujer logra ver el rostro de su bebé llorando y clamando por la voz de su mamita.

Para quien tiene parto por cesárea la cosa no es menor, pues si bien no tiene rasgadura de su cuerpo, sí tiene dolores después, cuando ya está en la cama con su bebé al lado. Esto puede durar uno o dos días, momentos en los cuales el ánimo decae y la sonrisa es casi forzada.

Nosotros bien podríamos pensar que con el parto ya se le acabaron todas las molestias. CUEK... ERROR. Comienzan a amamantar y sienten nuevas molestias. El bebé aprieta fuerte el pezón de la mujer, una parte muy sensible de su cuerpo, y succiona para obtener la leche que lo alimente y calme su pequeña tripa vacía en el estómago. A veces se les rompe el pezón de tanto que muerde el bebé. Tanto duele que no se pueden ni tocar.
Y si le da mastitis, aparte de la fiebre, el dolor es tremendo. Senos llenos de leche que duelen, que se aprietan,  que apenas un roce te hace arder... miro sus caras y las compadezco.

No, no puedo empatizar con esa maternidad, no puedo ni siquiera imaginar todas esas molestias y dolores, solo puedo rendirles un homenaje a todas esas madres que se sacrifican para poder traer al mundo a tanto ser hermoso.

Un altar para ti mujer, es poco homenaje para todo lo que entregas.

GRACIAS.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.


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